Cuentan las voces del colectivo poblano que por allá de los años 1600 hubo una bella princesa indú que disfrutaba jugar con su pequeño hermano en la playa, hasta que un día uno de esos barcos piratas de los que merodean las costas en busca de algo interesante, en aquella ocasión llevaban la encomienda de hallar a una bella chica que fuera la esclava del Marqués de Gálvez, el entonces virrey de la Nueva España.

De esta forma la joven fue embarcada con rumbo a tierras mexicanas, al llegar al puerto de Acapulco los habitantes quedaron asombrados con su belleza, nunca antes habían visto a una mujer oriental, por lo que sin importar el país de origen, comenzaron a llamarle "china".

Pasaron los años y "la china" comenzaba a perder las esperanzas de regresar a casa y con ello a extrañarla cada vez, así tomaba varias telas de colores y las cosía y decoraba con chaquiras, pero como además ya empezaba a adaptarse a la vida en nuestro país, mezclaba su cultura con la nuestra al momento de elaborar sus ropas, mismas que usaba a diario.

Cuado recuperó su libertad recordó que no sabía el camino de regreso, por lo que tuvo que quedarse en México pero ya no tenía donde estar, el sacerdote del lugar le dio refugio en el convento donde permaneció hasta su muerte, siempre se caracterizó por ser una mujer de corazón noble y bondadoso, por lo que ahora es recordada con cariño como la china que vivió en puebla, con trajes llamativos que conjuntaban las dos culturas, es la mundialmente reconocida China Poblana.

El traje actual hace alusión al sentido de pertenencia mexicano, utilizando como colores base el verde, blanco y rojo; los borados en chaquira simulan el escudo nacional entre otros elementos propios de la cultura indígena, el rebozo simboliza la vida de los mexicanos antes del mestizaje y la fajilla que va en la cintura representa la unión de las dos culturas.